jueves, 28 de enero de 2010

Preciosa

PRECIOSA


sé que voy a quererte sin preguntas
sé que vas a quererme sin respuestas

MARIO BENEDETTI.


Para Jose y Alex,
algo inventado.



Por dejar la ventana abierta, entró algo de lluvia en la habitación. Alex encendió la lámpara mientras él dio media vuelta para descansar en el otro lado de la cama.

—¿Te ha gustado? —preguntó él.
—Sí —respondió ella.

Alex se levantó de la cama. Del primer cajón de la mesita de noche extrajo su agenda. Busco el día 28 del mes de Noviembre pasando las hojas rápidamente; al encontrarlo, anotó algo. Abrió el ropero. Cogió una toalla color azul eléctrico algo vieja. Se la enrolló en su cuerpo por debajo de los hombros. Antes de salir de la habitación sacó un paquete de clinex del cajón de la mesita de noche. Lo dejó en la cama al lado de él.

—¿Vas a darte una ducha? —preguntó él.
—Voy por un vaso de agua —respondió ella.
Cerró la ventana.

Alex salió de la habitación descalza recogiéndose el pelo con una gomilla. Antes de entrar en la cocina comenzó a sonar su móvil. Su móvil estaba en el salón. El salón está al otro lado del pasillo. Alex abrió el frigorífico. Del interior del frigorífico extrajo una botella de cristal. Al abrir la botella el móvil dejó de sonar. Alex, con la botella de cristal abierta en la mano derecha, descalza, con una toalla azul eléctrico enrollada en su cuerpo por debajo de los hombros, cogió con su mano izquierda un yogurt de limón. Miró los números que aparecían en la tapa: 25/11. El móvil, comenzó a sonar de nuevo.

—Diga.
—Hola, al habla Robert Redford desde…
— ¿Jose?
—Qué tal preciosa… llevo dándole la matraca al móvil media hora…

Alex se sentó. Nada mas sentarse cogió el mando de la tele y la encendió quitándole todo el volumen. Alex miraba la tele en la cual aparecían un hombre y una mujer con una gama de cuchillos colocados en una mesa.

—¿Alex?, ¿Alex? Estás… ¿me escuchas?
—Sí, sí —frotándose lo ojos con la mano izquierda—, Jose perdona…
—¿Estás bien?
—Sí, claro, estaba recogiendo un poco la mesa… llegaron unos amigos a cenar…
—OK. Pues nada, preciosa… me preguntaba si te apetecería una copa….
—No sé Jose, me parece un poco tarde… además mañana….
—¿Tarde? ¡Dios santo, vivir para escuchar esto!..... eres tú, Alex…
—…estoy un poco cansada…
—Pero si vives en el centro y todo está debajo de tu piso todo el día y
toda la noche.
—Además… mañana tenemos clase a primera y tengo que retocar el fondo…
—Alex
—…que aun no lo tengo terminado, me quedé sin…
—Alex
—Jose, te lo agradezco, pero si eso me…
—Alex
—Sí. Dime.
—Alex
—¿Qué?
—Mañana, es domingo.

Alex apagó el televisor. Se frotó la planta de los pies. Comenzó a pasear por el salón. Se soltó el pelo. Al pasar por delante del televisor vio su imagen reflejada en la pantalla. Se paró. Cambió el teléfono de mano.

—Entonces… te hace o no te hace una copita en plan tranqui…
—No sé, Jose…
—Te prometo que tú me invitas.
—Sólo una, Jose, por favor.
—OK, claro preciosa, sólo una. Una, para empezar y dos, para continuar.

Alex se dirigió hacia la puerta del salón y la cerró. Al cerrarla se dio la vuelta y apoyó su espalda en la puerta. Expulsaba el aire lo más lentamente que podía.

—Oye, ¿me escuchas?
—Sí, sí… aunque, bueno, ya sabes que en el piso… hablamos con el dueño y nos
dijo que cuando vivía aquí le pasaba lo mismo.
—OK… pues nada chica, ponte ropa de abrigo, el chaquetoncito ese de…
—¿Hace frío?
—Más todavía. El día que estuve grabando la comunión de Pingüe no pasé tanto
frío como hoy.

Alex se dejó caer en el suelo con la espalda apoyada en la puerta y las piernas encogidas.

—¿Te estás riendo?... Sí, no me lo niegues, lo sé. Sé que ha salido esa sonrisilla
que deja ver esos leves colmillitos de Draculina…
—Jose —mirándose su muñeca izquierda—.
—¿Qué?
—¿Por qué me has llamado?
—Ya te lo he dicho, preciosa… me pregun…
—Jose.
—Dime.
—Estás loco.
—Gracias. Te espero en tu puerta.

Alex miró hacia la ventana del salón. Con su mano izquierda, buscaba el interruptor de la luz.

—Pero ahí abajo te helarás… mejor te pego un toque al móvil cuando me cambie y me recoges en el coche.
—Alex, ya sabes que odio conducir…
—¿Cuánto tardarás en llegar?
—Poco. Muy poco. Vives en el centro, preciosa, y tienes la suerte de tenerlo todo debajo de tu piso, tanto de día, como de noche.




Álvaro Jiménez Angulo
Diciembre 2009

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