miércoles, 9 de diciembre de 2009

UNA MÁS Montserrat Zamora G.

Nunca me ha gustado el dicho ese que dice: “Ten cuidado con lo que deseas que puede convertirse en realidad”.

TIP! TIP! TIP! TIP! TIP! TIP!
Suena el despertador. Silvia, aún con los ojos cerrados, lo busca torpemente con la mano. -Joder ¿dónde está?
Mario se lleva la almohada a la cabeza y gruñe. –Cariño, botón rojo
-¡Ya! Ya lo sé ¡Es que ésta mierda!

Perfectamente vestida Silvia sale corriendo de casa, baja las escaleras, cruza el portal y hecha una carrera a la parada de autobús que está a “tan sólo” 3 bloques. A pocos pasos empieza a notar que uno de los tacones le molesta, a cada paso molesta más, pero tiene prisa: quiere seguir pero ya no puede más, se detiene y observa el daño, el talón está bastante rojo y empieza a pelarse, arde. -¿Por qué no puedo tener un coche como la gente normal?
Sabe que tiene que seguir y lo hace, cada paso es insoportable y a cada paso la vida le parece más injusta, estúpida, mierda, etc. Cuando llega a la parada del autobús no sabe si quiere matar a alguien o ponerse a llorar. Pero ni mata a la pobre anciana que espera sentada, ni se pone a llorar, ambas opciones son inviables, sobre todo porque matar a alguien le supondría ir a la cárcel y, aunque llorar es más sencillo, por desgracia el día que Silvia fue a surtirse de sus múltiples cremas y potingues, decidió que, recientemente cumplidos los 25, necesitaba la nueva crema LÓREAL anti-edad, y como salía a mayor precio que la que solía comprar, no le alcanzó para el rímel waterproof.

Silvia se pone justo enfrente de la puerta automática. Por una extraña razón el sensor de la entrada de su trabajo no nota su presencia, es injusto, ella ha visto como se abre en cuanto pasa una mosca o hay mucho viento. Alza el brazo y abre.

-Hola María
-Hola –Contesta su compañera. Silvia, comparte con ella el escritorio de lunes a viernes durante ocho horas, pero es obvio que no tienen nada en común, ella ya está casada y todo se lo toma demasiado en serio, por eso es que tienen una relación meramente profesional.
-¿Qué hora es?
-Sabes perfectamente que llegas tarde, yo ya llevo cuatro llamadas y ya ha llegado el jefe.
-¿Se dio cuenta qué no habías llegado?
-No pregunto, pero supongo que si tus cosas no están, puede deducir que no habías llegado
-Mierda –Susurró Silvia pensando en que si la echaban podría ser una oportunidad de cambiar de vida. -En verdad deseaba tener otra diferente.

Silvia se aburre. En el trabajo de recepcionista hay momento en que hay millones de cosas que hacer, las cuales siempre son de extrema urgencia y necesitan ser resueltas en ese mismo segundo. –¡Son para ayer! -Siempre grita Manuel, su jefe, cuando necesita algo con urgencia. Pero hay otras ocasiones en las que no pasa absolutamente nada.
Silvia decide terminar con este aburrido momento yendo al servicio. Pero justo en el momento que va a coger su bolso. María le dice: -Voy al servicio que no puedo más.
-Que mala suerte, bueno ya iré cuando regrese María -pensó.
Sin salida, Silvia empezó a mirar su cuaderno de notas:
Miércoles: Cita en “Persan”, llevar nuevo presupuesto de lanzamiento de campaña
Jueves: Reunión con Lilia de “Viajando”
De pronto, suena el teléfono –Universal Creativo ¿En qué podemos servirle? Justo antes de que la persona al otro lado del teléfono pueda contestar, suena la otra línea. Silvia voltea a ver si viene María a su rescate. Pero no es así, por lo que, sin escuchar lo que dice la persona al otro lado del teléfono, ella rápidamente contesta: -Un momento por favor. Deja ese teléfono y tomo el otro que la atosiga con su timbre. –Universal Creativo, un momento por favor manténgase en la línea. Regresa al primero:
-¿Si? Dígame
-Hola, dígale a Manuel que el presupuesto está aprobado y que esperamos los primeros bocetos para el martes.
Suena una tercera línea
-Muy bien, yo paso el recado. Espere un momento, que tengo otra llamada.
Coge la tercera línea –Universal Creativo, un momento por favor.
Coge la segunda línea –Gracias por esperar, dígame.
-Llamo porque necesito cambiar mi cita del jueves.
–¿Es usted la señora Liliana?
-Si, por favor avisa al señor Joaquín que me viene mejor el viernes a la misma hora, que si tiene algún inconveniente que me llame.
-Muy bien yo le digo, que tenga un buen día.
-Toma la tercera línea -Gracias por esperar, dígame
-Hola, necesito que me des tono de fax
-Vale en seguida. –Cuelga el teléfono y le da a la tecla de ON al fax. Y susurra: -Me podrían dejar en paz.
Mira el conmutador aun tiene la primera línea abierta, se le había olvidado, aprieta el botón para coger la línea. PIT! PIT! PIT! PIT! Han colgado.
Silvia mira su libreta, tacha la cita de la señora Liliana y la coloca en el viernes, después mira: Miércoles: Cita en “Persan”, llevar presupuesto de lanzamiento de campaña. Y le pone una palomita al final. Toma el teléfono y llama a la línea de Manuel.
-¿Si? ¿Qué pasa Silvia?
-Llamo la señora Liliana y dijo que quería cambiar su cita para el vienes a la misma hora.
-No, ese es asunto de Joaquín. ¿Algo más?
-Sí, los de “Persan” llamaron diciendo que el presupuesto estaba aprobado.
-Perfecto. Muchas gracias. ¿Algo más?
-No eso es todo

Son las ocho menos cinco de la mañana, Silvia está levantando el brazo para que la puerta de cristal abra. Entra contenta porque hoy ha llegado a tiempo. Deja sus cosas, y justo antes de sentarse, escucha que abre la puerta de su jefe. -Silvia puedes venir un momento.

Son las nueve menos cuarto, Silvia sale de la oficina de su jefe con la cara pintada de negro a causa del rímel no waterproof. María al verla, le pregunta -¿Qué ha pasado?
-Me han echado, la he cagado muy gorda al parecer
-¿Cómo?
-Por favor María déjalo, necesito salir de aquí

Se escucha como entra la llave en el cerrojo, es Mario que vuelve del trabajo. Silvia está sentada en el salón esperándolo. Sabe que esto será un problema gordo.

-Hola cielo
-Hola ¿Cómo es que has llegado antes que yo?
-Es que… es que me han echado del trabajo
-¿Qué paso? ¡Aunque ya se habían tardado, como siempre llegas tarde!
-No fue eso, es que perdieron una cuenta grande por mi culpa, pero fue un estúpido error, fue un día con mucho trabajo y María me dejo con toda la responsabilidad, así que…
-Así que nada, tan estúpido fue el error que te echaron ¿Y ahora qué? ¿Cómo piensas pagar el alquiler? ¿La comida? ¿Y todo lo demás? Porque te apuesto lo que sea a que no tienes un céntimo ahorrado. ¿Y yo? Te has dado cuenta de que comparto el alquiler y los gastos contigo. Yo no puedo solo, el dinero que tengo ahorrado es para las mensualidades del coche, vamos que es para mí porque yo lo trabajé.
-Lo siento
-Y yo, porque sinceramente no sé cómo le voy a hacer
-¿Cómo? Pues…Pues hemos terminado, pensaba que iba a tener más apoyo de tu parte pero por lo visto lo único que te importa eres tú y tus cosas. Así que me voy con mi abuela, estamos a mitad de mes, tal vez puedas encontrar un compañero o buscarte otro sitio. ¡Y tranquilo que no te pienso pedir el dinero de los quince días que ya pague!

Mario sale del piso azotando la puerta, Silvia echa a llorar, entra en la habitación y comienza a hacer sus maletas. Esta triste por lo de Mario, pero también está asustada, no sabe qué le va decir su abuela.
En la maleta grande negra echa la ropa interior y las pijamas hechas un lio. Después están la mayoría de sus camisas, pero bien dobladas y procurando hacer espacio para todo lo demás, intentará llevarse todo lo que pueda en este viaje. Introduce los pantalones, los zapatos, los bolsos, el secador de pelo, la plancha y por último el chaquetón de invierno para amortiguar.
En el neceser rojo introduce el maquillaje, las cremas y demás. Al ver la cantidad de frascos de las distintas y carísimas marcas, desea poder venderlos. Ella sabe que gasta demasiado en este tipo de cosas y que en su mayoría no dan los resultados prometidos. Y aunque en estos momentos desea no haberlos comprado por otro lado sabe que le encantan, ama cuando va a la tienda y las vendedoras le tratan como una persona con dinero, las glamurosas tapitas doradas y los perfumes que emanan.

DING, DONG
Se escucha movimiento, en particular las ruedas de la silla de su abuela.
-¿Quién es a estas horas?
-Yo abuela, Silvia.
El pomo de la puerta gira y se entre abre la puerta. Se escucha el movimiento de la silla que se aleja.-¡Ahora, abre!
Silvia abre del todo la puerta y da un paso atrás para tomar sus maletas.
-¿Y tú? ¿De dónde vienes o a dónde vas?
-Vengo a quedarme contigo abuela porque me he quedado sin trabajo y sin dinero para el alquiler. –Pone cara de niña regañada.
-Venga, pasa. Deja tus cosas en la habitación de invitados.

Sentadas en la cocina de la vieja casa y con una taza de té de canela con leche entre las manos, Silvia le cuenta con lujo de detalle lo sucedido. La abuela la escucha sin interrumpir, con expresión de estar tramando algo.
La nieta conoce bien a la abuela y sabe que maquila algo, tiene miedo porque sabe que esa mujer es de carácter fuerte. Recuerda que cuando era niña solía reprender a su madre por consentirla tanto, además de nunca haber sido cariñosa. Nunca le ha caído del todo bien, pero es la única familia que le queda. Silvia no conoció a su padre porque este huyo al enterarse de que su madre estaba preñada. Además su madre hace cuatro años se caso con un mormón insoportable que de cada cinco palabras que dice, una es Dios, así que es como si tampoco la conociera.

-Pues la vida es así hija y hay que sacarle el lado bueno a las cosas. Yo creo que todo tiene una razón de ser y sinceramente, me viene perfecto que tú estés aquí porque yo cada día estoy más vieja y más cansada, y tú bien podrías ayudarme.
-Claro abuela
-Pues muy bien, primero quiero que me des mi medicina a mis horas, a mí siempre se me olvidan. Ah, y telefonearé a la vecina para decirle que no hace falta de que venga todas las noches a ayudarme a acostarme y que no volveré a molestar a su marido para que me lleve a la consulta, porque por fin mi familia ha venido a ayudarme. Aunque les voy a echar de menos, son tan buenas personas.
-Supongo que tendrán tiempo de sobra, si vienen todas las noches y por el día te llevan a la consulta…
-Que va, María y Esteban son un matrimonio joven y ambos tienen su trabajo, ella trabaja todo el día y él trabaja de tarde-noche y por eso es que puede llevarme a las consultas
-Pues bien abuela, llama a los vecinos más buenos del mundo y diles que por fin ha venido tu nieta a ayudarte. Aunque deberías decirle al vecino que vamos a necesitar de su ayuda para llevarte a la consulta, porque yo no tengo coche.
-No hija, no te preocupes, que yo te regalo el coche de tu abuelo con la condición de que me lleves a la consulta.
-¿El sedan? ¿Pero eso aún existe? ¿Y sirve?
-Pues es el que utiliza el vecino para llevarme, anda perfectamente, así que más bien deberías darme las gracias por el regalo.
-Gracias

Y así esa misma noche empezó la rutina. A las once acostar a la abuela, a las dos de la mañana la pastilla naranja. A las siete la azul para la hipertensión, después del desayuno las dos pastillitas blancas, después de la comida la pastilla que hay que triturar, porque la abuela dice se le atora, y después de la cena las dos pastillitas blancas otra vez. Un viernes sí y otro no a ver al médico, además de ayudar en las labores de la casa y buscar trabajo después de las dos pastillas blancas del desayuno y la hora de preparar la comida.

TIP! TIP! TIP! TIP! TIP! TIP!
Silvia se sienta sobre la cama, apaga el despertador, se despierta del todo y se dirige al servicio, en eso escucha un grito – ¡Niña! Nos vamos en quince minutos
-¿Cómo? Si son las ocho y la cita la tienes a las nueve.
-La cita es a las nueve, pero tenemos que llegar con tiempo para registrar la ficha y…

Silvia cierra la puerta del baño, no quiere escuchar más, ahora tiene que darse prisa. Se lava la cara, los dientes, se recoge el pelo en un moño y sale corriendo a su habitación, se quita la pijama, se pone la misma camiseta de ayer y un chándal, se pone los botines del footing, toma su bolso y sale corriendo a la cocina. La abuela espera que le den su té de canela con leche y una madalena. Calienta el agua, saca las madalenas y la caja del té, las pone en la mesa. Dos minutos después cada una tiene su té y su madalena. Fin del desayuno, ahora tiene que sacar a la abuela y montarla en el coche, primero hay que cargarla para ponerla en el asiento del copiloto después hay que doblar la silla y meterla en el maletero.

-Vamos tarde
-Ya lo sé abuela
Silvia conduce pero al mismo tiempo está haciendo un recuento mental: Cerrar la puerta con dos vueltas, sí; Apagar el fuego, sí; Traer bolso marrón, joder.
En ese mismo momento voltea al asiento de atrás para mirar el color de su bolso, efectivamente es el bolso negro y su cartera con el carnet de conducir esta en el marrón. Estira el brazo, quiere ver si de casualidad en el ajetreo se acordó de cambiar la cartera, voltea un segundo y logra cogerlo.

Un ruido ensordecedor, un fuerte golpe, se escuchan vidrios, un segundo de exceso movimiento y al segundo después la calma total.
Silvia escucha una sirena, abre los ojos, delante de ella hay un bulto, no sabe lo que es, se incorpora en su asiento, le duele todo y está cubierta de vidrios, voltea asía el bulto, es su abuela que ha atravesado el parabrisas, tiene medio cuerpo fuera. Ha matado a la vieja.

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